Durante tantos milenios como llevan existiendo, los humanos no han comprendido en realidad qué es el amor. ¿Cuánto hay de físico y cuánto de mental en todo eso?¿Cuándo es accidente y cuándo destino?¿Por qué se destruyen parejas que son perfectas y funcionan otras que parecen imposibles? No conozco las respuestas mejor que ellos. El amor está simplemente donde está.


Si pudiera partir mi corazón en tres pedazos, te aseguro que tu tendrías la parte más grande.

Un vestido azul, un cielo rojo.

Se levanta. Se toma una ducha de agua fría. Se despierta. Se toma una taza de café caliente. Se pone su vestido azul y sus zapatos de charol. Baja las escaleras corriendo. Se enfunda en su mejor sonrisa antes de que le dé el primer rayo de Sol. Baja a la calle andando tranquila, mirando todas las cosas a su alrededor. Todo está igual que ayer y, sin embargo, todo parece distinto. Más bonito, más de colores. Entra al anden y se encuentra con El violinista. Esta mañana sí le echa unas monedas y, de paso, le dedica una sonrisa. Sube al metro. Baja. Se dirige a otro a anden. Le sonríe a una niña pequeña con dos coletas y a su chupachup de cocacola. Sube a otro metro. La emoción le hace repicar con los dedos en la barandilla. Sale corriendo a la calle. Se pasa dos cruces en rojo y finalmente llega a la playa.

Allí está el Sol, saliendo poquito a poco, tinyendolo todo de rojo. Rojo pasión. Una lágrima salada se desliza por su mejilla y se une a los miles de millones que forman el agua del mar. Se aplana las arrugas del vestido, sonríe de nuevo, y se prepara para el largo día de trabajo que le espera.

La inocencia de Juliett

Ella era viento. Solía reír cuando le alcanzaba una de ésas ráfagas que te despeinan y te ponen los pelos en los ojos. Le chiflaban las cometas y los instrumentos de viento. Decía que sacar la cabeza por la ventana del coche y chillar es una de las mejores formas de sentirse viva. Se reía inocentemente de la gente que usaba el paraguas cuando llovía y se mojaba de todas formas a causa de las travesuras del viento. Le brillaban los ojos cuando soplaba un angelito (se negaba a creer que algo tan precioso y puro se llamara "diente de león") y este volaba y volaba y parecía que el viento no quería dejarlo caer nunca.

Le gustaban los besos efímeros, esos que se notaban un momento sobre la piel y luego se los llevaba el viento. Pensaba que había un lugar dónde se guardaban todos los besos voladores, un lugar dónde los soñadores podían llegar si lo deseaban de verdad. Pensaba que cada puesta de sol era distinta porque el viento se encaprichaba con llevarse algunos de los colores a otra parte del mundo, dejándonos sólamente con los rojos, que nunca podían ser iguales al mezclarse con el azul. Creía ser viento y que tu eras fuego. El cielo y el Sol unidos en un abrazo. Pero de sólo unos segundos, para que el viento se lo pudiera llevar a su rincón favorito, y así conservarlo para siempre.

Reflexiones de una noche lluviosa

Llueve... Mucho...
Siento un deseo irrefrenable de que mi pequeño gran sueño del día se haga realidad: que me llames o piques a mi puerta gritando: "llueve!" y podamos volver a ser libres juntos, bajo la lluvia incansable de jueves que cae.

Sabes? Yo, a veces, también pienso en la nieve.