Tumbarse en el cèsped y mirar el cielo. Cómodamente. Sobre ti.
Mirar cómo hacen formas las aves al volar. Ver cómo se oscurece el cielo y las nubes se vuelven naranjas.
Y poco a poco van apareciendo las estrellas. Todas y cada una de ellas igual de importantes, igual de brillantes, igual de preciosas.
Sentir cómo el frío empieza a recorrer todos los rincones de mi cuerpo. Temblar. Saber que estoy viva.
Y seguir adelante.
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