Mi vida era como un tablero de ajedrez en el que las piezas sólo se movian para hacer barrera o, ni siquiera eso, no se movian por miedo a perder lo más valioso, su rey, mi corazón.
Por fin me doy cuenta. No es que haya cambiado. Es que tenía demasiado miedo. Tenía tanto miedo de que alguien alcanzara mi rey que la gente sólo veía mis peones. Pero ahora ya he encontrado la forma de salir de las tablas con el miedo, y eres tú. O pierdo o gano. Pero si pierdo, lo habré inentado y, si mi rey muere, siempre podré empezar de nuevo colocando cada pieza de nuevo en su lugar. Un rey siempre debe tener su reina. La mía murió hace ya demasiado tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario