Durante tantos milenios como llevan existiendo, los humanos no han comprendido en realidad qué es el amor. ¿Cuánto hay de físico y cuánto de mental en todo eso?¿Cuándo es accidente y cuándo destino?¿Por qué se destruyen parejas que son perfectas y funcionan otras que parecen imposibles? No conozco las respuestas mejor que ellos. El amor está simplemente donde está.


Vuela, pequeño ángel de mirada triste.

Respira...

Siempre era lo mismo. Se oían gritos y golpes en la casa, seguidos de algún llanto. De repente la chica salía al balcón. Respiraba profundamente y se subía a la barandilla. Cerraba los ojos y tendía los brazos y se estaba así largo rato, decidiendo si saltar. A veces la observaba durante horas desde mi ventana. Deseaba saber qué era lo que pensaba. Por que seguía allí, de pie, desde hacía años. A veces se movía ligeramente, como un pájaro alzando el vuelo y se me encogía el corazón al pensar que tal vez sí fuera a saltar. De todos modos no decía nada. Me quedaba allí, admirando su increíble belleza, su silueta dibujada en el cielo azul. A veces pensé que de verdad podía volar, llegué a creer que era un ángel que había ido a esa casa de locos a traer un poco de paz y que, poco a poco, era más loco que ángel. Nunca la vi llorar. Supongo que lloraba de la forma que más duele, por dentro. En cambio, su rostro parecía tan apacible, tan tranquilo... que a veces pensaba que dormía subida a esa barandilla. No salía mucho de su casa y siempre que lo hacía yo la seguía. Me gustaba verla al lado del río, persiguiendo un par de mariposas que acababan queriéndola tanto cómo yo la quería. Me gustaba ver cómo se le hacía la boca agua al pasar por el lado de la pastelería del barrio, aunque nunca entrara. Y cómo se dedicaba a coleccionar papeles de caramelo. A veces se le leía la tristeza en la mirada y yo, que la observaba desde lejos, ardía en deseos de abrazarla.  Ella era la magia más tristemente atrapada que llegué a conocer jamás.

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