Poco a poco aprendí a llorar después de mamar, a correr contra la lucha y a amiedar mis frentes. Aprendí a oír y no escuchar, a mirar y no ver, a ser y no ser.
Por eso, cada noche, necesito escuchar una canción que haga de cemento en la grieta de mi alma para poder dormir.
Dulces sueños, corazón de algodón de azucar demasiado expuesto al sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario